MANOS VACÍAS

Dice la Escritura en Éxodo 23:15 que “ninguno se presentará delante de Dios con las manos vacías”. ¿Te imaginas a un pistolero sin pistolas? ¿Te imaginas a un músico sin instrumentos? ¿Te imaginas a un locutor sin micrófono? ¿Te imaginas un piloto sin avión? ¿Te imaginas un ave sin alas? ¿Te imaginas a un periodista sin hacer preguntas? Hay muchas cosas bien difíciles en la vida, ciertamente. Pero, me temo, hay algo que debería ser igual de raro pero que es más frecuente de lo que sería deseable: cristianos que se presentan delante de Dios sin llevar su corazón preparado. A veces se tiene el erróneo concepto de que la alabanza nos prepara para escuchar la Palabra de Dios; la Biblia enseña que la alabanza es sólo la expresión de corazones agradecidos, transformados y que viven de acuerdo a lo que Dios espera y quiere de nosotros.

Ir ante Dios con las manos llenas es ir para alabarle, no a cantarle. Si esperamos que la alabanza nos prepare para luego recibir la Palabra es que nos hemos equivocado de concepto. De nada vale que las alabanzas nos hagan sentir a gusto si el resto de la semana nuestro corazón anda en otra órbita. La alabanza no es un parche espiritual en una vida carnal. La reunión no da comienzo con la primera canción; la reunión da inicio el día anterior en nuestra casa cuando nos acostamos pensando en ir al día siguiente a la reunión. La reunión comenzó para el predicador cuando preparó el sermón de esa reunión. Si la reunión ha comenzado para ti con la primera canción yo te animaría ahora a que hagas un análisis de tu situación espiritual; creo que todos necesitamos y precisamos hacerlo.

Manos vacías son manos que viven toda la semana sin buscar a Dios; manos vacías son manos de corazones que tienen sólo el rato de la reunión para estar con Dios; manos vacías son manos de almas que han puesto a Dios en el lugar de reuniones y no lo llevan cada día a su trabajo; manos vacías son manos que cantan con sus labios pero su corazón está sin voz; manos vacías son almas de corazones que han perdido el fuego y el calor del primer amor y están más frías que el Ártico.

¿Con qué manos, con qué corazón, me presentaré a la próxima reunión? ¿Cuándo comenzó la próxima reunión para mí?

Ojalá el desafío de Éxodo 23:15 “ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías” sea respondido con las palabras del salmista (122:1) “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”.

Jonathan Bernad
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