HABLANDO AL CORAZÓN DE DIOS

En el salmo 5 leemos lo siguiente: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová. Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; adoraré hacia tu santo templo en tu temor. Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos; endereza delante de mí tu camino. Porque en la boca de ellos no hay sinceridad; sus entrañas son maldad, sepulcro abierto es su garganta, Con su lengua hablan lisonjas. Castígalos, oh Dios; caigan por sus mismos consejos; por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, porque se rebelaron contra ti. Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor.”

El salmista conocía perfectamente a quién dirigía su oración; las expresiones que encontramos a lo largo de este salmo son una evidencia de ese conocimiento. Cabe preguntarnos,antes de examinar el resto del texto, si nos parecemos en algo al salmista, osi nuestros pasos se dirigen en esa línea.


En la oración que es este salmo nos encontraremos con:
1) La invocación del salmista (1-3). Destaca en primer término el uso del vocativo (caso gramatical que se utiliza para invocar, llamar o nombrar): “Escucha, oh Señor, mis palabras”. David está apelando al corazón mismo de Dios; no alude a alguna de las características de Dios, sino que va directamente al corazón del Todopoderoso. Si examinásemos los textos de la Escritura que nos enseñan cómo orar encontraremos en todos la misma base: reconocer, admirar, y apelar al Creador del Universo; ¿quién no recuerda el “Padrenuestro” que estás en los cielos?. Me temo que pocas veces nuestras oraciones reciben contestación porque no sabemos orar, y lo que es peor, probablemente nos esforzamos poco en aprender. Prosigue el salmista exponiendo la actitud de su corazón: “considera mi gemir”. La oración, querido hermano lector, es “simplemente” la comunicación de dos corazones; la versión Moderna expresa “considera mi meditación”, es decir, el clamor del salmista no era irreflexivo. Lo primero que ha de ser una oración es hecha conforme a la voluntad de Dios y a ese conocimiento sólo se accede en la meditación, palabra que conlleva la idea de tiempo para reflexionar. ¿Cómo son mis oraciones cada día? ¿son de corazón a corazón? ¿o simplemente pidiendo, pidiendo, pidiendo y la voluntad de Dios brillando por su ausencia?
2) En el versículo 2 encontramos dos expresiones que nos hablan de ese conocimiento y relación que David tenía con su Señor: “Rey mío y Dios mío”; con ello David alude al poder y justicia divina. Y espera que el Todopoderoso conteste porque “a Ti oraré”; me pregunto si yo muchas veces solamente practico el presente de este verbo “yo a Ti oro”; la oración requiere, no dosis, sino actitud de constancia. Y el versículo 3 indica algo que es ejemplar y ejemplarizante: “De mañana oirás mi voz, de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. David está expresando algo aleccionador: con Dios hay que contar desde la mañana de cualquier proyecto, desde la mañana de cualquier ilusión, desde la mañana de cualquier acto y no, como tantas veces practicamos, desde la tarde de nuestros problemas, desde el ocaso de nuestros fracasos, desde lo imposible de nuestras soluciones. La Versión Moderna expresa: “de mañana presentaré delante de ti mi petición”. Si bien Dios no nos promete, ni por asomo, un futuro de rosas, si que asegura a aquel que le busca en cada decisión de su vida lo palpable de su presencia. Moisés en cierta ocasión se encontraba en una difícil encrucijada y clamó al Señor: “si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos” a lo que el Señor respondió: “mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:13-14); ciertamente Moisés tuvo sus fracasos podrá decir el lector, pero por la Escritura vemos que la promesa de Dios fue cierta, palpable y duradera. Como dijo alguien: Dime cuáles son tus peticiones y sabré qué clase de creyente eres.
3) El camino de Dios con los malos (vv. 4-8). David confía en Dios porque el carácter y conducta, por así decir, del Todopoderoso es sensiblemente diferente del de los hombres: “porque tu no te complaces en la maldad”. En algún acto de nuestra vida aprobamos algo malo, por muy rectos que seamos; a veces en nuestra ignorancia aprobamos cosas que, en el fondo, son actos de maldad; David, por lo tanto, busca descansar en alguien que no acepta ni tolera lo más mínimo la maldad. El salmista asevera tres cosas negativas: a) no eres un Dios que se complace en la maldad; b) el malo no habitará junto a ti; c) los insensatos no estarán delante de tus ojos; estas tres verdades deberían hacernos reflexionar acerca de  nuestra vida como personas y cristianos ya que aunque justifiquemos algunas cosas Dios ni tan siquiera hace la vista gorda; si nuestras vidas no destilan santidad evidencian que no están habitando con el Señor e insensato, dice la Biblia es aquel que hace promesa a Dios y tarda en cumplirla (Eclesiastés 5:3). Frente a tres cosas que el que ora sabe que Dios no hace, están otras tres cosas que el vive en la voluntad del Señor tiene bien claras: a) el Señor aborrece al que obra iniquidad; b) destruye el Señor a los mentirosos y, c) detesta el Señor al que busca el mal ajeno y es usurero; debo confesar, querido amigo lector, que lo primero me parece bastante fácil y evidente, pero es mi oración que el Padre me enseñe a aplicar a mi vida los dos últimos aspectos; a todos nos causa dolor la mentira, pero sobre todo, al igual que el salmista hace, debemos pedir al Señor que nos libre de caer en mentira y de vivir plácidamente con ella: “el que piense estar firme mire que no caiga” sentencia la Escritura. Luego de esta explicación el salmista expresa al Señor su disposición; en primer término está la disposición del Señor, que escucha, y en segundo lugar está la actitud del que habla en oración: ¡cuántas veces anteponemos nuestro corazón a la disposición de Dios!; solamente podremos conocer lo correcto si dejamos que el Señor cumpla cada día en nosotros su santa voluntad. El conocimiento teórico de Dios se traslada al lado práctico de la vida del creyente: “yo entraré y adoraré”; esto, aparte de ser actitud de agradecimiento al Señor es también decirle que nuestro corazón está dispuesto: entraré conlleva la idea de preparación; adoraré nos habla de humildad: solamente puedes adorar al que es más que tu; pero, como digo, hay consecuencias: “guíame y endereza”; cuando el cristiano pide ayuda al Señor tiene que hacerlo con todas las consecuencias: el Señor sigue hoy estando dispuesto a guiar y enderezar. Parece como si una cosa fuese reiteración de la otra, pero no; bíblicamente el fin no justifica los medios. El Señor está dispuesto a enseñarnos qué quiere y espera de nosotros, pero es imprescindible que en el andar hacia esos objetivos Él quite y nos ayude a salvar los obstáculos.
4) vv. 9-12. Aquí usa algunas figuras usadas en los versículos anteriores. Anteriormente presenta cómo ve Dios al malo; aquí lo presenta cómo es en la forma práctica, en la vida diaria. En el versículo 7 y 8 encontrábamos una declaración de confianza en el Señor y en los versículos 11 y 12 habla del resultado jubiloso de confiar en el Señor.  David pide que el Señor castigue a los que hacen mal; no dice: “Señor, dame poder para aniquilarlos yo”. David pide al Todopoderoso que el mismo pecado de los que obran inicuamente sea el que les condene como evidencia de sus malas obras.  David, igualmente, expresa una oración que solamente Dios puede contestar: alegrarse en el Creador todos los que en él confían. Del mismo modo el salmista hace una confesión implícita: si yo no caigo es porque: a) confío en ti (11 a); b) Tu me defiendes (11 b); c) el Señor bendice (aunque parezca mentira en medio de un cuadro tan negro) al justo (12 a); d) tu me rodeas protegiéndome (12 b). El escudo puede proteger pero no es infalible; Dios nos permite tenerle y disfrutar de Él en la medida en que estemos dispuestos a que nos proteja.

Y concluyo esta breve meditación. En medio de un mundo, una sociedad, incluso algunos llamados cristianos, que destila maldad, Dios está dispuesto a oír y contestar. En medio de la sociedad del aislamiento, el Señor sigue esperando que haya hijos suyos que estén dispuestos a hablarle de corazón a corazón. En medio de una generación parapetada en sus caretas de falsa santidad, falso amor, auténtica mentira, auténtica destrucción el desafío del Señor sigue siendo a que dejemos que proteja nuestras vidas. Fijémonos que David expone su meditación, su reflexión al Señor y ya está seguro que Dios contestará; ¿gozas tú de igual seguridad?: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos (si estamos seguros) que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos ya las peticiones que le hayamos hecho” (1ª Juan 5:14-15) ¿Puedes firmar con tu nombre este salmo y apropiarte de las palabras de este texto?

Jonathan Bernad
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