EL ARCO IRIS

Leemos en Génesis 9:1-17 lo siguiente:
Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis. Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre. El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre. Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella. Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.

Creo que todos en algún momento nos hemos quedado extasiados ante un  arco iris ; uno de los espectáculos visuales más hermosos que siempre nos hablan de este pacto de Dios con Noé.   El arco iris es un fenómeno óptico que se produce en la atmósfera cuando el sol, detrás del que observa, ilumina una nube o cortina de agua; se debe a la refracción y reflexión de la luz solar en el interior de las gotas de lluvia y presenta los siete colores del espectro luminoso.

Dios, el Creador, que sabe usar a la perfección todos los fenómenos meteorológicos y visuales tomó esta sencilla manifestación natural para recordar a Noé y a sus descendientes la vigencia y eternidad de sus promesas; cada vez que viese el arco iris brillar sabría en su interior que “los testimonios de Dios son muy firmes o fidedignos” (Sal. 93:5).

Ahora bien, no sé si cuando vemos la hermosura de este espectáculo visual, solemos también pensar que Dios al mismo tiempo lo está viendo. Es decir, que cuando vemos el arco iris, indiscutiblemente, Dios y nosotros tenemos la vista fijada en el mismo sitio en el mismo instante (16).

El arco iris, en un sentido espiritual, entiendo que nos habla de la gracia. Para que se produzca este fenómeno, como acabo de decir, tiene que haber luz del sol y cortina de lluvia. En la cruz del Calvario nos encontramos la Luz del mundo frente a la oscuridad de las nubes del juicio y condenación por el pecado; el triunfo de la luz nos trae a nosotros el arco iris de la gracia.

A lo largo de las Sagradas Escrituras nos encontramos con hombres que se tuvieron que enfrentarse a grandes problemas; en muchos momentos apareció nubes de lluvia en sus vidas; sin embargo, cuando dejaron que la luz de Cristo les iluminase apareció sobre ellos un arco iris de esperanza; quizá el capítulo 11 de hebreos sea un exponente amplio de esta realidad.

Cuando en nuestra existencia surgen conflictos, aparecen problemas de difícil resolución siempre resulta práctico traerlos a luz de Cristo para que nos ilumine; El arco iris de su dirección se mostrará a nosotros y únicamente así podemos decir que vemos la presencia y dirección de Dios.

Ahora bien, lo que tiene que existir siempre es luz presente frente al nubarrón del futuro. La luz ilumina y examina todas las cosas. Si queremos que el Señor nos indique los pasos a seguir hemos de estar totalmente dispuestos a dejar que los poderosos rayos de la luz de Dios penetren hasta lo más profundo de nuestro ser. Dice la versión de Las Américas en el Salmo 139:23: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes”; la Biblia de Jerusalén traduce así: “Sóndame, oh Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos”. Creo que ahí radica la clave del asunto. Muchas veces tenemos miedo que Dios se entere de nuestra vida porque nuestras inquietudes, nuestros pensamientos, nuestros desvelos vienen originados por cosas que no son precisamente los asuntos del reino, porque respondemos muy poco, ¡y lo más triste es que es sin motivo!, a la invitación de Jesús de “Buscad el reino de Dios y su justicia y las demás cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).  Pedro diría que “echemos toda ansiedad sobre él porque tiene cuidado de nosotros” (1ª Ped. 5:7). Es decir, que cuando dejamos nuestra vida, nuestra ansiedad, nuestra inquietud,  nuestros desvelos en Sus manos, Dios y tú miraréis en la misma dirección.

Ahora bien, creo que también el arco iris ha de hacernos pensar en nuestro grado de cumplimiento de las promesas que a Dios hacemos. Hemos dicho, la Biblia lo afirma, que el arco iris es la evidencia de que el Creador y Salvador no olvida las promesas hechas a sus criaturas. ¿Cómo está nuestro grado de compromiso delante del Señor?. Jamás hubo vez que la luz  solar frente a la oscuridad de la nube no produjera un reluciente espectro de colores. No creo, por favor, que tengamos que ser igual que Dios en el sentido de ser luz; somos llamados a ser luz en este mundo en función de la luz que recibimos de él. Quiero decir que si cada vez que se nos presenta una oportunidad de hacer algo, es decir, poner dones en práctica, ¿brilla el arco iris de nuestras promesas a Dios?.  Dios no pretende que seamos ahora en el momento seres perfectos, aunque nuestro desafío es caminar hacia la perfección, pero si espera y desea (entiendo por las Sagradas Escrituras) hijos comprometidos con lo que creen.  Cuando existe la oportunidad de hablar a otros de Dios, ¿brilla tu arco iris de evangelista?. Cuando hay que hacer alguna cosa de servicio, ¿brilla el arco iris de nuestro trabajo?: muchas veces brilla más la nube del misticismo. Cuando hemos de ser fieles en la asistencia, ¿brilla el arco iris de nuestra fidelidad y puntualidad?.  Me he permitido apuntar tres “arco iris” que creo han dejado de refractarse en la luz de nuestra vida.

También creo que existe un “arco iris” como iglesia. Frente a los nubarrones sociales que existen a nuestro alrededor (drogas, familias deshechas, paro, etc.) ¿brilla la luz del Evangelio a través de nuestra congregación?. Cuando el Señor nos demanda cosas colectivas como unanimidad,  ausencia de murmuración y chismes por mucha apariencia cristiana que pueda tener, reconocimiento del trabajo de otros, aprecio a los siervos de Dios, amor fraternal, constancia en la oración, hospitalidad, compartir para las necesidades de los santos (Rom. 12), ¿se refleja el esplendor del arco iris o solamente se ve el nubarrón de temporal con que Satanás quiere aguarnos la fiesta?. El problema de que el mundo no pueda ver más la luz de Dios es solución nuestra; el Diablo tratará que no se vea, pero consideremos que mayor es el poder de Dios que el del Enemigo.

Alrededor del trono de Dios hay un arco iris (Ap. 4:1-3) lo cual nos habla de lo perenne de las promesas de Dios. Un día, por la misericordia y gracia de Dios, lo veré, lo veremos. Los hermosos arco iris que vemos en una jornada de lluvia son descoloridos frente a la belleza que tiene el que habrá en el cielo. Pálidos también son nuestros arco iris frente a la grandeza de Dios; sin embargo Dios hace de ellos instrumentos de valor para llevar luz a otros.

Jonathan Bernad
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